martes, 6 de febrero de 2007

::el carrete::

Es increible lo mucho que se puede llegar a reflexionar en un carrete y es más impresiopnante aún hacerlo sin ningún grado de alcohol en la sangre ni tampoco bajo el efecto de alguna droga.
Sentada, fingiendo estar atenta a la conversación, emitiendo algún monosílabo de vez en cuando para no estar tan ausente, pienso y pienso, observo, escucho a lo lejos, me dejo llevar por mi mente que casi nunca soy capaz de controlar.
Era un buen carrete, un ambiente tranquilo, amenas personas -paresco vieja hablando así... ¿o será que me estoy volviendo vieja a pasos agigantados? -miro y miro a mi alrededor. Es la primera vez que no encuentro patético el carrete, simpre aparece el patetismo: pendejos curados haciendo shows, volados con ataques de risa, o bajo el efecto de ambas cosas con comportamientos bastante calentones, la promiscuidad a flor de piel. Quizas haya sido el contexto el distinto, así son los artistas, relajados, todos en su onda. Una que otra conversación profunda llamó mi atención, la sociedad y su falta de identidad -cosa con lo que yo no concuerdo-, el encasillamieto en un estilo y lo malo que eso es, la vida y las vuelas que da, lo misterioso de ella.
Es raro, en un momento sentí que ese era el lugar al que perteneía. Comencé a cuestionarme por qué no estudié teatro, por qué nunca me metí a alguna academia, taller o cualquier cosa del estilo... y no encontré respuesta y seguí pensando en la inmortalidad del cangrejo, en tí que estás tan lejos en este momento, pero es sólo una lejanía física, porque estás siempre muy metidito en mi corazon y mi cabeza y en mi piel y bajo ella.
Bailé, aunque me resistí en un principio, bailé con un bailarín muy loco que me dio vueltas en el aire y me tiro al suelo (no tan así) y me dijo cosas muy ciertas sin siquiera conocerme, y me dejé llevar al ritmo de Manu Chao. Y después apareció el metalero y también bailé con él, sería muy feliz si alguien me explicara como se baila Emir Kusturicka (dudo que así se escriba), al menos hicimos el intento y saltamos y me reí y fue divertido y muy chistoso y hatsa cahótico.
Una buena experiencia, muchos pensamientos, muchos de los buenos, de los que son constructivos o al menos reflexivos.
Lo único malo fue lo mucho que te extrañe... y te sigo extrañando... y espero ansiosa a que vulevas para hablar miles de cosas que pasaron por mi cabeza ese día y hoy y tú tan lejos y mi cabeza que todo lo olvida.
Es curioso lo mucho que se puede llegar a pensar en un solo carrete.