jueves, 18 de octubre de 2007

...::atrapada::...

Siempre que tengo que madrugar a causa de algún trabajo o prueba no logro concentrarme por completo. Es que en mi cabeza se comienza a planear el día que ya empieza y las posibilidades que me quedan de seguir aplazando lo que ya no tiene plazo. Mi máxima se hace patente en todo su esplendor “si lo puedes dejar para después, ¡déjalo!”.
Me baja una extraña inspiración literaria. Ha de ser por ese estado de semiconciencia, media dormida, media despierta, con los ojos secos, entreabiertos. Han de ser accesos del subconsciente o del inconciente o de cualquiera, menos del conciente.
Entonces comienzo a vagar, por mis pensamientos, por las fotos que tengo en el computador, por escritos de otra velada insufrible.
Me ataca el sueño, el hambre y el frío. Me enloquece el sonido del teclado y ruego por un silenciador. La cabeza comienza a abombarse, bom bom bom bom bom bom suena muy adentro y aunque te acuestes e intentes dormir el ruido no desaparece. Será que en estos momentos podemos escuchar nuestras sinapsis.
La espalda dolorida, el cuello amortajado y un grito de cansancio ahogado en la garganta. Se hace un nudo que es difícil de tragar y deja un sabor extraño, no amargo, no dulce, tampoco ácido, ni salado.
Y la maraña de pensamientos no se desarma.
Me pregunto ¿por qué entre tantos pensamientos ninguno me ayuda a terminar los trabajos? ¿Por qué son todos evasiones del deber, huidas de la responsabilidad?
Pero nunca tuve ni un atisbo de responsabilidad y organización. La misma maraña dentro de mi cabeza invade cada vez que puede el más mínimo de los espacios al que tiene, es decir, tengo acceso.
La ausencia de hábitos me cobra lo que debo, me deja en la bancarrota.
Y aquel que lea probablemente entenderá. En lo superficial todo es comprensible. Pero creo que sólo tú lograrás siquiera peguntarte por lo que realmente estará pasando por mi difusa cabecita.
La verdad lo único que realmente estoy pensando, anhelando, es que la vengas a rescatar del “estudio”. Ven, te lo imploro, lee mi mente y ven, ráptame, sácame de aquí, cobíjame e el calor de tu piel.
La tristeza me está derribando, o lo intenta. Quiero un masaje, quiero un abrazo, quiero un beso.
Tus dulces labios bailan en mis sueños.
Y ya casi se termina la página, en menos de 3 min. acabo una página con un soliloquio. Llevo 3 horas intentando llenar 4 páginas… llevo apenas media.
Accesos de colapso, sí, los siento, los siento calando en mis piernas, luego viene la fatiga que culmina con un sublime calambre y el grito desgarrador, pero liberador, que lo acompaña. En este minuto deseo un calambre, uno que me despierte, uno que me anime, uno que no duela tanto.
Tengo un poco de asco. Me da asco saber mis debilidades y no hacer nada por y para superarlas. También es producto del cansancio.
Un te amo se me atraviesa, un pastel con helado, una pizza, una corona de princesa, una mano en, entre mi pelo.
Y nada.
Como cuando el televisor tiene hormiguitas…que trabajan y cortan hojitas con sus delantales blancos porque la mamá las manda y ellas son muy obedientes no como tú, si ¡tú!
Esa foto con mis padres jóvenes y juntos me observa. Me hubiese gustado verlos así.
Pero no, yo no nací para eso, yo nací para otras cosas.
Porque nací ¿cierto?