lunes, 14 de junio de 2010

agotada

al instante de mirarle a los ojos sonaron las campanas que
ganaron el perdón anhelado, pero el
odio del otro lado sin vergüenzas ni culpas ni castigos
tarda poco en agolparse bajo la piel y anudar la garganta
aborrecida de ascos de memorias inrecordables, así se
despedía sin ir a ningún lado
abrazada a la eternidad se desvanecía.