No puedo resignarme a decir adiós a más de 4 años de placer y felicidad infinitos, me pesa en el corazón tú partida e, ilusa, espero y anhelo cada día que vuelvas. Todas las noches antes de dormirme pido el mismo deseo y aguardo al despertar que se haya cumplido y, aunque aún no se cumple lo sigo y seguiré intentando. Al menos estoy tranquila, inmensamente agradecida. Día tras día trato de guradar los recuerdos de algún modo, intento atraparte de alguna manera y hacerte inmortal junto a mí. La pena no me la he podido quitar ni un poquito, pero tengo fe que las plabras de mi sabia madre se cumplirán: "Ya se te va a pasar la pena". Pero yo no quiero que la pena se pase, yo no quiero que el tiempo sin ti siga corriendo, quiero detenerlo mientras te agurado con calma sentada en alguna vereda. No me da vergüenza, ni me siento mal por rogar hasta al dios en el que no creo por que vuelvas y me traigas de vuelta el pedacito de mí que te llevaste al irte, más bien por que devuelvas el todo de mí que te llevaste, porque yo sólo me quedé con recortes mal hechos que no me alcanzan para nada. No quiero, me rehuso a reinventarme sin ti a mi lado, me duele el vacío que tengo ahora. Y no puedo parar de recordarte a cada instante, de ver tus ojos, tu sonrisa en todos lados, de anhelar tu pelo, tu piel, tus labios, tu olor. Me siento tan insignificante, casi invisible sin tu mirada, sin tus caricias. Me faltas hasta para respirar. ¿Cómo te saco de tan adentro que te metiste cuando lo único que quiero es que vuelvas a llenar ese lugar? Y sigo aquí esperándote, tengo todo el tiempo sólo para ti.
