domingo, 27 de diciembre de 2015

Un manojo de recuerdos

Deambulando tenía la cabeza cuando me encontré con el corazón apretujado queriendo arrancarse del pecho. Nunca he puesto mucha atención a los recobecos por los que se mete mi cabecita loca, que casi siempre se me va volando más allá de lo que puedo alcanzar. Yo la dejo, que vaya, que venga, que se me pierda. Hace un rato ya que me asumí perdida y despistada.
Pero a veces se me pierde y me deja tirada justo al medio de una maraña de sentimientos revueltos y entrecortados.
Es que hay días que la nostalgia me puede más. Que la inseguridad me abofetea. Y quedo tirada.
Me hizo falta tu mano en el pecho y tus ojos de miel asegurandome que todo va a estar bien. Me han hecho falta las noches eternas de luz azul.
Lo recuerdos, que pensé que ya no existían -porque todos saben que olvido todo y fácil-, se me cayeron encima. Se me cayeron junto con unas cuantas lágrimas.
Es que a veces se me pierde la cabeza y me deja en lugares incómodos. Pero ya me desenterré, me sacudí y me llevé a lugares más luminosos, para seguir soñando con arreboles y perderme, pero ahora sí, entre mis cielos y nubes.