Cuando veo las personas de las que me he rodeado sé que he
tomado las decisiones correctas. Sonrisas amplias, ojos transparentes, corazones
generosos, mentes críticas. Ninguno está contento, ninguno está tranquilo,
están hambrientos. Ninguno está sentado esperando, tienen las manos
construyendo, las almas danzando. No se ahuyentan con besos ni con carcajadas,
es más corren a repartirlos. No tienen miedo a equivocarse, tampoco a amar. Se
arriesgan, unos más otros menos, pero lo hacen. No son educados ni
políticamente correctos, aunque a veces tienen que aparentar y lo hacen bastante
bien, pero si los conoces sabes que es sólo parte del sobrevivir. Son de esos
que aúllan en luna llena, que corren en la oscuridad, que saltan sin motivos (y
con motivos también), que nadan al revés, que respiran pausado y firme, que
sueñan sin esperar a estar dormidos, que hacen y no sólo miran. Son cambiantes
porque así lo es la vida misma. Son ligeros, tienen alas. Son bellos, tanto que
las normas y estándares establecidos quedan chicos. Son locura, son pasión. Son
tanto más que las palabras se me hacen pocas.
Cuando veo las personas de las que me he rodeado inflo el
pecho y alardeo, porque lo valen, porque los admiro por su garra y por sus
mentes.
Sólo quería decirles que con más o menos amistad de por medio,
son las mansas personas. Y me siento orgullosa de tenerlos de una u otra forma
en mi vida. Me siento afortunada de poder aprender de y con ustedes. He tomado
las decisiones correctas y los volvería a elegir cuantas veces sea necesario
porque lo valen.
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