Las palomas, los peros, las vacas y las
gentes. Gentes de chocolate o de té con leche, gentes sin zapatos, compartiendo
el agua que aquí es sagrada, todos bañándose en el lago. Las mujeres con sus
telas arremangadas y las tetas al aire, los hombres paseando en calzoncillos.
Las madres con sus niñas, los padres con sus niños y a veces toda la familia
junta también.
Miles de arrullos mezclados con las voces
agudas, desordenadas, medias gritonas y alegres. Y aun así en ese caos de telas
secándose al sol, de personas medio desnudas y mojadas, de guardias con pitos y
palos, de animales, de agua que renueva; la clama, la inesperada calma.
Y pedirle a Brahma por el bien de mi
familia y amigues, agradecerle también, en esa pooja que es más obligatoria si
eres extranjero. Y aunque me niego a aceptarlo, piden por mí, específicamente para
que la próxima vez vuelva con mi marido.
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