domingo, 15 de abril de 2018

Al infinito y más allá

En facebook me apareció una foto que decía algo así como somos seres infinitos en cuerpos temporales.
Y yo quedé pensando. Hay una sobredosis de mensajes con el mismo fondo. Está algo de moda la espiritualidad. Y yo quedé pensando...
Yo no quiero ser infinita. Quiero morir y listo. Dejar de existir. No quiero vidas futuras ni vidas pasadas. No quiero reencarnaciones ni resurrecciones. No quiero ni paraísos ni infiernos ni limbos. No quiero ser infinita.
Amo la vida. Ay sí, a la vida la amo. Y la amo tanto justamente porque es finita. Porque un día nací y un día moriré.
Yo no quiero ser infinita. No quiero que mi energía quede vagando por ahí ni que se encarne en otro cuerpo. Quiero morir y listo. Dejar de existir. Cesar la vida.
A mí me parece agotadora esa vaina de la infinidad. Del ciclo sin fin. Y encuentro una belleza simple y tranquilizadora en la idea una existencia finita. Esta vida me es suficiente. Simplemente, no quiero ser infinita.
No le tengo miedo a la muerte. Porque no hay nada más cierto en esta vida que la muerte. Y esa fragilidad de la existencia que puede cesar en cualquier momento me genera adrenalina, me alborota la guata y le da intensidad a mi vida. Porque yo no quiero más vidas para aprovecharlas mejor, porque yo no quiero ser infinita. Quiero aprovechar bien esta vida y ya está. Y que mi energía salga disparada cuando muera, cual si explotara una estrella. Y que se disuelva allá lejos en lo más recóndito del universo.
Porque yo, yo no quiero ser infinita. Quiero morir y dejar de existir.