En facebook me apareció una foto que decía algo así como somos seres infinitos en cuerpos temporales.
Y yo quedé pensando. Hay una
sobredosis de mensajes con el mismo fondo. Está algo de moda la espiritualidad.
Y yo quedé pensando...
Yo no quiero ser infinita. Quiero
morir y listo. Dejar de existir. No quiero vidas futuras ni vidas pasadas. No
quiero reencarnaciones ni resurrecciones. No quiero ni paraísos ni infiernos ni
limbos. No quiero ser infinita.
Amo la vida. Ay sí, a la vida la
amo. Y la amo tanto justamente porque es finita. Porque un día nací y un día
moriré.
Yo no quiero ser infinita. No quiero
que mi energía quede vagando por ahí ni que se encarne en otro cuerpo. Quiero
morir y listo. Dejar de existir. Cesar la vida.
A mí me parece agotadora esa vaina
de la infinidad. Del ciclo sin fin. Y encuentro una belleza simple y
tranquilizadora en la idea una existencia finita. Esta vida me es suficiente.
Simplemente, no quiero ser infinita.
No le tengo miedo a la muerte.
Porque no hay nada más cierto en esta vida que la muerte. Y esa fragilidad de
la existencia que puede cesar en cualquier momento me genera adrenalina, me
alborota la guata y le da intensidad a mi vida. Porque yo no quiero más vidas
para aprovecharlas mejor, porque yo no quiero ser infinita. Quiero aprovechar
bien esta vida y ya está. Y que mi energía salga disparada cuando muera, cual
si explotara una estrella. Y que se disuelva allá lejos en lo más recóndito del
universo.
Porque
yo, yo no quiero ser infinita. Quiero morir y dejar de existir.
1 comentario:
y volviste...
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