Bueno y las cosas están así. Una sueña y fantasea -¡y vaya
que soy buena para fantasear! Pero la verdad es que la realidad es otra, o más
bien es una, es esa que entre tanto fantaseo y fantaseo una se está negando a
ver.
La vida, con su belleza abismante, es dura. ¡Es una mierda a veces! Pero de
esas mierdas lindas, de esas mierdas que a una igual le gustan, de esas mierdas
que valen la pena todos y cada uno de los dolores. “Life is a big fat gigantic
stinky mess but that´s the beauty of it too” decían en una película de la que
obviamente no me acuerdo el nombre y yo no podría estar más de acuerdo.
Pero hay algo que no nos dicen mucho y es que independiente de cómo sea la
vida, está en nosotros que hacemos con ella. Pero por mucho que eso yo ya lo
sé, aquí sigo sentada esperando. La vida con su caos dando vueltas allá afuera.
Yo adentro tomando tecito con miel esperando. Como esperando que la vida pase,
que la vida cambie, que la vida aquí, que la vida allá, sentada esperando
tomando tecito con miel. Hasta que hoy mientras me lamentaba con un tecito en
la mano algo cambió, algo pasó. Mientras escuchaba como salían palabras de mi
boca algo adentro me decía ¡YA BASTA! Porque no, la vida no va a parar ni
cambiar ni pasar ni nada por mí, ni por mí ni por nadie. En cambio yo, yo sí
puedo cambiar. No va a ser una cosa así fácil, ni va a ser de un día para otro.
Los hábitos son lentos y difíciles de cambiar, en especial los malos hábitos.
El cuerpo de tanto reposo ya casi olvidó como moverse. La mente de tanto reposo
ya casi se olvidó de crear.
Las decisiones, al menos las mías, se toman de a poco. Quizás sea que no soy
muy buena decidiendo que me auto hago la tonta para no darme cuenta que lo
estoy haciendo.
“Se el cambio que deseas ver” decía Ghandi. Que sabio el hombre, ¿no?
Ahora tampoco es tan simple la cosa, no. Nunca lo es.
Pasé dos años haciendo y deshaciendo a la pinta mía. Sin horarios. Sin pedir
permiso. Hay una libertad deliciosa en la soledad.
Hoy la cosa es bien distinta. Tomé responsabilidades, que claro hago con gusto
y mucho disgusto también -o sea que hago cosas que no me gustan porque así lo
decidí, siguen sin gustarme pero las hago con gusto- y en el proceso me dejé en
pausa. Sentadita tomando tecito.
Así pausada con mi té en la mano, recorriendo recuerdos de la que solía ser. No
de la viajera loca que se dejó perder y se encontró un millón de veces -quedé
donde siempre, p e r d i d a. Sino de esa que se arrojó al viaje, de esa que
disfruta bailar, de la que vibra colgándose de una lira, de la que deja que el
corazón se le salga por la nariz.
De tanto blabla la conclusión: De esperar uno se puede morir sin ver cambios,
los cambios hay que provocarlos, el movimiento (corporal, mental, emocional)
deja fluir las energías, el bloqueo se acaba haciendo -y si hay que cagarla, la
cagamos-, ponerse metas ayuda a organizar las fantasías.
Así, nomás. A cumplirse los sueños solita.
Disclaimer: No sé cuánto tiempo pase entre esta reflexión maravillosa y que el
movimiento real se inicie. Pero ya dije ya que la cosa va a ser lenta, así que
me perdono de antemano. Ahora si usted me ve sentada tomando tecito esperando
que la vida pase, recuérdeme que una noche me pegué este alcachofazo e invíteme
amorosamente a mover la raja.
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