domingo, 6 de enero de 2019

Limpiar

Siempre digo que tengo mala memoria -cosa que es cada vez más intencional- y creo que es por eso que me cuesta dejar ir cosas, en este caso preciso, cosas materiales. En el afán de atrapar recuerdos voy guardando papeles, cositas, notitas, monitos, algunas hasta rotas e ininteligibles, muchas cosas con la falsa esperanza de que serán útiles en algún momento. Así se van acumulando porquerías. Años y años de acumular cosas.
Ayer, no sé bien por qué, finalmente me decidí a botar todas (muchas) de esas porquerías. Probablemente motivada por la avalancha de videos sobre minimalismo que me arroja youtube que me marea la cabeza con frases del estilo "ordena afuera para ordenar adentro", "saca los estorbos de tu vida y deja fluir la energía", "elimina lo antiguo y deja espacio para lo nuevo" y bla bla bla. Que sí  harto tienen de cierto, pero independiente de ello, harta falta me hacía botar, limpiar. Porque sí es cierto que las conductas visibles, como acumular webadas, son indicativo de conductas profundas, como acumular emociones.
Así que ahí estaba yo, en medio del desorden revisando qué del montón de porquerías sirve y qué no. Porque ese es otro problema de acumular cosas: algunas de las cosas que tienes que sirven y necesitas están enterradas debajo de un montón de mierditas inservibles, tanto que ni sabías que las tenías. Así que para poder limpiar hay que revisar. Y me encontré con montón de papeles que alguna vez pertenecieron a algún cuaderno en el que vacié mis pensamientos. Y pues como yo no tengo buena memoria no me acordaba cómo me sentía tantos años atrás. Y que sí, recuerdo que en mi adolescencia era bastante más oscura que ahora y que me cargaba el mundo un poco, ¿pero que así es la adolescencia en general o no? Y lo que encontré fue a una Camila más bien deprimida, o sea muy deprimida, con una tristeza que menos mal que no recuerdo, ¡gracias mala memoria! Porque si me preguntan a mi yo pensaba que había sido feliz toda mi vida y me doy cuenta que no.
La cosa es que, me di cuenta que por alguna razón había guardado esos papeles, quizás para recordarme a mi misma que en algún momento me quise morir de la pena y disconformidad. Yo sé que esos papeles ya los había leído antes, en el momento que los arranqué del cuaderno que los guardaba originalmente y decidí guardarlos, pero ayer no. Así que hoy me siento grande, he dejado ir a la adolescente deprimida al borde del suicidio (que ni si quiera recordaba que existió alguna vez). Hoy boté esos papeles y poco a poco mi mala memoria dejará ir esos recuerdos permanentemente, y eso me hace tremendamente feliz. Me desprendo de mi pena pasada para hacer lugar a mis alegrías futuras. ¿No les parece profundamente hermoso? A mí sí. 
Y así boté un montón de otras cosas. Recuerdos de un momento que guardo en mi cabeza en la carpeta de belleza, pero ayer al leerlos no llegaron a esa carpeta. Y otra vez me siento grande y me doy palmaditas en el hombro porque el tiempo insaciable ha hecho su trabajo y hoy puedo botar esas cosas, esperando que lentamente desaparezcan de esa esquina de mi memoria también.
Fue como si me dijese adiós y al mismo tiempo me diese la bienvenida.
No sé, pero hoy me voy a acostar más contenta y más liviana, sintiéndome limpia pese a que ni me duché.