domingo, 30 de junio de 2013

Dos letras más al final

Pocas palabras. Risas sí. Es extraño y nuevo.
Sin hablarlo, parecieramos saberlo. Sin hablarlo.
Es muy nuevo, muy distinto. Son sólo dos letras más.
Serán mis ansias. Serán las risas.
Será la determinación de un fin claro y preciso.
No sé si antes también lo había pensado.
Pero nunca lo había sentido.
Y se que es porque sólo cambian esas dos letras.
Es tan nuevo que me da miedo.
Por eso no hay palabras. Si no se dice no es.
Pero si no se dice no se sabe. Se confunde.
Y allá va otra vez en caída libre.
Al final da igual. Si no caigo bien me vuelvo a parar.

viernes, 14 de junio de 2013

¿Dónde mierda te metiste?

Hay días que me cuesta encontrar la fuerza para mover las comisuras y armar una sonrisa. Es que de verdad necesito la magia de vuelta, las risas, el cielo de purpurina. 
Puede que sea culpa del sol de invierno. Puede que sea culpa de la neblina pegada en mis lentes. Aunque siendo sincera es probable que sea culpa de mi alma romanticona. 
Pero sigo sin entender por qué hay tan poco tiempo para soñar despiertos, para reir sin motivos, para echarse en el suelo a mirar el techo -u ojalá el cielo-, para bailar como estúpidos, para correr desenfrenadamente, para gritar (gritar-gritar), para disfrutar del arte...
Y atrapada en el vidrio, en las lucecitas, en el cansancio de viernes después de la pega, se me escapó una. Y la acompañó otra. Y la siguieron unas cuantas. Se las guardó el camino y el ruido de la micro.
Definitivamente necesito la magia de vuelta.

 


miércoles, 5 de junio de 2013

En Un Flash


El aire estaba rico, por eso quise caminar. Y a esa hora la ciudad se ve más linda con sus lucecitas por todos lados. Pero no sentía tocar el suelo, parecía que iba en una nube. Bueno, y porque en cierto modo lo iba. No estaba segura de a dónde iba, sólo iba.
Cuando llegué a esa esquina sabía que por ahí no se cruzaba, pero no quería caminar por al frente, quería seguir por ese lado del parque. No sé cuanto rato estuve parada intentando decidir, probablemente fueron sólo unos segundos y cuando al fin me decidí el semáforo había cambiado. O estaba recién cambiando, no me acuerdo. Pero crucé igual, semi corriendo. Y las lucecitas por todos lados. Sabía que estaba en roja, pero pensé que alcanzaba. Entonces ese auto y las luces cada vez más cerca, encima, vi todo blanco, me cegaron. Supe que me había chocado, con la mente, porque con el cuerpo no lo sentí.

Mire y vi el suelo y la rueda al lado de mi cara, me afirmé los lentes y me paré. Pensé “mejor me paro antes de que un auto me pase encima”. Y como por inercia caminé hasta la vereda. Al principio no sentí nada y me dije “bacán, puedo llegar hasta Patronato”, pero al segundo paso me dolió el pie. En la vereda me senté, me dolía harto, los dos pies. Entonces llegó esa mina y me preguntaba si estaba bien, “no sé” era lo único que podía decirle. Es que de verdad no sabía, aún no bajaba, más que asustada estaba confundida y dolía y dolía y dolía. Se acercó otro loco y “¡aaaaaaaaaaaaaa me duele conchesumadre!”. Que dolor de la puta. Todos me preguntaban si estaba bien, pero dolía tanto y estaba tan arriba aún que no sabía.

El mino del auto me pedía perdón, tenía cara de asustado. Yo le dije que no importaba, que había sido mi culpa. La ambulancia no llegaba nunca. Mi vieja no contestaba. Y el hermano de la mina que le decía por teléfono que no me moviera. ¿Cómo me iba a mover, pa dónde si me dolía todo? Y empecé a sentir como si me fuera a desmayar, a ver esas lucecitas y escuchar como de lejos. Así que no, a respirar profundo mierda que estai sola, que tus weas, que todavía no llega la ambulancia, que no fue tanto porque caminaste sola.

Al fin llegaron, el paramédico me agarró tan fuerte la cabeza y me la tiraba tan fuerte que como que me ahogaba. Y el cuello y no se mueva. Pero lo que a mí me dolía era el pie. Y trataba de decirle eso cuando el otro paramédico me lo pasó a llevar con la camilla “¡aaaaaaaaaaaaaa el pie conchesumadre el pie!”. Ahí entendieron. Le preguntaban cosas a la mina, hasta que se dieron cuenta que estaba bien, consciente, piola. Y al fin me llamó mi mamá “hola, me atropellaron, estoy bien, la ambulancia me lleva a la posta central, estoy bien, me duelen los pies, estoy bien”.

Y estaba bien, no paraba de pensar “que pelotuda, que aweona, debería haber cruzado pal frente, que estúpida”, entonces me dio risa y los paramédicos me miraban raro mientras me subían y yo me reía. Pero me dolía tanto y de nuevo me pegaron en la pata, empecé a tiritar otra vez, tiritaba tanto que la cuestión del dedo dijo que tenía taquicardia, “pero no, respira profundo mierda, fue solo la pata, respira, respira, que así duele menos”. “No, si no está taquicárdica, señorita no siempre hay que creerle a estas cuestiones, hay que mirar a la paciente también. No si está bien, viste ahí bajó”. Le pedí una mantita y no sé cuanto rato pasó pero me dormí. Estaba bien, adolorida pero bien “que imbécil, por qué no crucé pal frente” y las lucecitas por todos lados.

martes, 4 de junio de 2013

Sincronía No

De cuando en cuando, tú y yo nos hacemos el amor con el pensamiento, pero de tocarnos no, nada de tocarnos.