miércoles, 11 de noviembre de 2009

Hora de recuentos en vano

Entre cometas, fotos, árboles, recuerdos, estrellas, días y miradas pienso. Miro hacia atrás, como es muy sano hacerlo de vez en cuando. Hago un recuento y me decepciono, aunque no tanto, porque de todos modos ya sabía el resultado. Es increible la cantidad de horas diarias que pierdo sentada aquí, fingiendo que estudio mucho y estudiando un poco, mirando vidas ajenas, espiando al de al lado, intruseando y curioseando. Echo de menos el solcito rico que entra por la ventana, lo estoy aguardando, sé que en unas horas lo inundará todo.
Y miró hacia atrás. Me doy cuenta lo poco que he hecho, cuan poco he construido, y lo poco que armé a duras penas, se me empieza a desmoronar. Es cierto, aunque no lo diga muy seguido, que me da miedo ver con los ojos bien abiertos, prefiero mirar de reojo. Es cierto, que me desiluciona bastante verme y mirar lo que fui, lo poco que he cambiado y lo nada orgullosa que me siento. Pierdo la mayor parte del día soñando con lo que no soy ni seré, es una práctica bien inútil y tortuosa, pero me mantiene lejos de lo que en realidad hay, que me llena de tristeza.
En el recuento no hay amores infinitos y fogosos, no hay amistades eternas y fantásticas, no hay deslumbrantes logros, no hay agredecimientos especiales, no hay viajes astrales, no hay diversión desbordante, no hay un millón de cosas que me encantaría hubiesen. Pero tampoco hay inmensas penas, ni maldades insufribles. Lo que sí hay es un poco de nada con una pizca de olvido. Hay cariños inmensos, hay personas que casi no veo, hay un amor que duele, hay nerviosismo, hay ganas de cambiar el mundo, hay un montón de recuerdos a los que me aferro, hay poca intimidad, hay sueños con los ojos abiertos, hay espera de algo que nunca llega, hay pena constante pero no inmensa, hay flojera, hay mediocridad, hay buenos y malos momentos.
Me di cuenta que me hace falta rehacerme entera para estar contenta, no me acepto pero me quiero. Me di cuenta que mientras más recuentos hago, más tranquila me quedo. La otra vez escuche que lo que uno es es el relato que se hace a sí mismo. Y es verdad, me he contado mi historia mil y una veces para asegurarme que me la creo, me dibujo un sonrisa ancha en la que caben todos, me arreglo la chasquilla y camino por la calle segura de lo que me dije que soy. Hasta que llega alguien a cambiarme mi historia, entonces lloro un rato y me vuelvo a leer el cuento, me dibujo mi sonrisa ancha una vez más y sigo caminando.
Mientras armo mi recuento y separo cosas para el lado de lo bueno y de lo malo, cambio la música, tecleo muy poco ágil y me miro al espejo aver si encuentro algo lindo que poner en él.
Y sé que cuando termine estaré esperando por una noche de sueños espectaculares y llegué o no seguiré caminando con mi pendrive enchufado.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenisimo
No sé si será ficticio...no importa es bueno

Anónimo dijo...

Siempre tienes un aire de pena rondando, de espera por algo o alguien que cambie tu realidad.

Y yo aqui, sin esa capacidad de cambiar tus dias, de alegrar tus noches, que poco servible soy!
bueno aun asi estoy aqui...