lunes, 9 de julio de 2018

v o l v e r .


Cuando uno se va, al tiempo le pasa una cosa extraña. Pasa volando, se detiene, va en reversa, todo a la vez.
Cuando yo me fui, mi tiempo se volvió loco. Me pareció haber viajado a otra dimensión, no sólo a otro país. Los días fueron eternos, los segundos los hice durar años, las noches no tenían fin, los amaneceres fueron más largos, los atardeceres también. Y de repente pasó un año en un segundo y luego otro.
Me preguntan mucho '¿qué viste?' '¿qué aprendiste?' Y me cuesta mucho responder. Vi paisajes bellos, conocí personas tan distintas pero tan iguales, aprendí lo que vamos aprendiendo con las experiencias de la vida, me conocí un poco más, me gusté bastante más, ¡me amé mucho más!
Y cuando cierro los ojos aún veo el desfile de nubes, follajes, mares, ojos, caminos, sonrisas, ciudades, pueblitos... Y cuando no hay ningún sonido aún escucho los tráficos del terror, la superposición de bocinazos, los trenes y aeropuertos, los grillos, los cuervos, las risas, las miles de conversaciones ininteligibles... Y a veces al despertar, durante ese segundo antes de volver a la conciencia, no sé que estoy acá. Y a veces, al acostarme, sigo esperando despertar allá.
Y mientras yo vivía allá todo lo que quise y algo de lo que no quise también, lo que había dejado acá se mantuvo en un limbo. Es que el tiempo acá no pasaba, ni existía. Esa ilusión que la tecnología me ayudó tanto a mantener de que todo está igual, cambiando pero igual. Porque las videollamadas no alcanzan, los mensajes de voz quedan cortos, las fotos muestran sólo un minúsculo pedacito y las redes sociales son engañosas. Pero ayudan, ¡ay cuánto ayudan! Bendita sea esta era cada vez necesité un apapacho, unas chucheteadas, unas carcajadas, un hogar conocido en la distancia. Cada vez que lo necesité, lo encontré.
Como me faltaban cojones para asumir que me venía, no le dije a nadie. Me subí al avión con una maraña de sentimientos que transformé en sonrisas y abrazos a la llegada.
Y sólo entonces, cuando caminé las mismas calles recaminadas, cuando vi las mismas caras de toda una vida, sólo entonces, ese acá que había quedado en un limbo pasó los 2 años en un pestañear. Y el mismo sol que había dejado, ya no era tan el mismo; el mismo frío que había dejado, ya no era tan el mismo, y que después de 2 años de verano non stop se sintió más frío que nunca.
Y la pintura descascarada de la fachada de mi casa me advertía los 2 años que habían pasado sin que yo supiera. Los viejos están más viejos y ya no quedan niños.
Tengo más no sé que respuestas. Sé que tengo que encontrar pega, pero... Sé que la vida sigue, pero...
Y de verdad agradezco a todos la preocupación pero los '¿y qué vas a hacer ahora?' '¿cuándo te vas de nuevo?' '¿cuáles son los planes?' '¿volviste para quedarte?' Yo sé que nacen del cariño, pero me agobian. Porque responder no sé a cosas que parecieran fundamentales me hace sentir más perdida de lo que estoy. Porque sé que estoy aquí, pero todavía no me siento aquí por completo. Y me siento tonta, tan tonta por no saber nada. Porque acá sí pesa tener 30 y estar cesante, viviendo con tú mamá y sin planes de vida.
Es como si tuviera que retomar mi vida en vez de seguirla. Me confundo, me enrabio y no hago nada, me pongo los audífonos y me evado.
Cuando me fui sola al otro lado del mundo todos me decían lo valiente que era. Yo nunca me sentí así de valiente, nunca me dio miedo irme en primer lugar. Ahora volver, es otra historia. Ahora sí que me siento valiente. Y es extraño que ya nadie me diga lo valiente que soy.


1 comentario:

Mario Amigo dijo...

Aguante Cami