jueves, 6 de enero de 2011

Pieza compartida y vicios heredados

Desde pequeñita aprendí a vivir así, cegándome, evadiéndome. Aprendí a llorar despacito, sin sobresaltos y de preferencia en la noche, cuando la oscuridad oculta las lágrimas, los ojos y la nariz roja. Ella también hace lo mismo, me mira pero no me ve. No es bueno aprender a crecer así, haciéndote la idiota de lo que pasa una cama más abajo o más arriba. No es bueno guradarse todo adentro, va moliendo las entrañas lentamente. Para afuera una sonrisita sosa o simplemente nada. Por eso gasto tanto tiempo pegada en la ventana, mirando el movimiento de las hojas con el viento, porque ellas me llevan al infinito y me escuchan y aguantan las penas. Al menos antes podía dormir y descansar, ya no. Yo que era una experta apagando el cerebro ya no lo logro hacer más. Me acuesto pensando y pensando, repasando las historias una y otra vez, me despierto pensando y pensando, repasando las historias una y otra vez y así continúo el resto del día. A esta altura ya estoy agotada, ya perdí el comienzo y el final, ya mezclé recuerdos, pero la añoranza sigue a mi lado indeleble. Siento el corazón arrugado en medio del pecho, resecándose cada día un poquito más. Para afuera una sonrisita sosa o simplemente nada.

1 comentario:

Diego dijo...

Pero de una u otra forma esa piesa compartida y a veces distante... tiene siempre un apoyo, un abrazo...

te amo