jueves, 20 de diciembre de 2012

Sin palabras

Con una letra me basta para describirte el revoltijo en la boca del estomago.
Una letra fuerte y rasposa, que rasguña desde adentro.
Y el cabello alocado no es signo de nada, porque soy pequeña y así lo usamos antes de crecernos.
Pero no nos tomamos las manos, ni nos besamos antes de decir adiós. Pero tampoco eso es lo que quiero. O así parece, o así parece que quiero creer.
Creer. Me gusta esa palabra, porque llena el espacio con pocas letras, porque gasta poca saliva.
Sin mi no nos hubiese pasado, sin mis manos sosteniendo el aliento.
No digo tu nombre para que no te descubras, tu nombre antiguo, difuso y claro a la vez, tu nombre cargado de vida cansada.
No digo su nombre para que no se descubra, su nombre pequeño y "unatached", su nombre que empieza con una sonrisa y termina en carcajada, su nombre sin pasado ni futuro.
Y parece que nos confundimos en el camino, nos perdimos habiendo andado dos pasos, cortitos y sin término, al menos para mi no acabaron. Tú quizás sí lo hiciste.
Es que cuando estás tan encima no te siento; es que, la verdad, no quiero (ni tanto) sentirte.

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